
Hay noticias que por muy anticipadas que las tengamos, no dejan de sorprendernos. A veces para bien, aveces para mal; y yo esta la clasificaría en el segundo grupo. Es muy fácil, para los que estamos detrás de la barrera, criticar las actitudes de los fabricantes que consideramos sagrados cuando se deciden a lanzar variantes a gasoil de algunos de sus modelos. Ya pasó cuando se anunció el Cayenne alimentado por este aceitoso combustible, y ahora que volvemos a hablar del XK Diésel volvemos a tener esa mala sensación.
El XK es un coche ágil, bello, felino. Un símbolo de la nueva generación Jaguar, y contemplar cómo gira por Nürburgring con ese sonido tractoril y ese humo negro saliendo por sus escapes es poco menos que un suplicio. Pero es lo que demanda el mercado, y es que si no hubiera compradores para estos coches, las marcas no los fabricarían.


